¿Alguna vez has sentido que dentro de ti hay pensamientos en conflicto? Una parte de ti que quiere descansar, pero otra que insiste en que sigas trabajando. Para Richard C. Schwartz, estos diálogos son prueba de que nuestra psique es un sistema vivo, lleno de partes con historias que contar.
Este descubrimiento lo llevó a crear el modelo de Sistemas de Familia Interna (IFS, por sus siglas en inglés), una de las terapias más revolucionarias de los últimos tiempos.
A veces, los caminos más inesperados nos llevan a descubrir nuevas formas de comprender el mundo. Para Richard Charles Schwartz, nacido el 14 de septiembre de 1949 en Oak Park, Illinois, su trayectoria comenzó con una mezcla de presión familiar, curiosidad y una profunda indignación ante la injusticia que presenció en su juventud.
Siendo el mayor de seis hermanos, creció bajo la sombra de un padre exitoso en el área de la endocrinología en el campo de la medicina, quien esperaba que él siguiera sus pasos. Sin embargo, Richard nunca sintió afinidad por la ciencia en términos convencionales. Lo que sí lo movía era un deseo interno de demostrar su valía, un impulso que más tarde resultaría crucial en la formulación de su modelo terapéutico.
Durante sus años de universidad, su padre le consiguió un trabajo en la unidad psiquiátrica adolescente de un hospital. Allí, su labor consistía en acompañar a los pacientes en actividades recreativas. Con el tiempo, desarrolló una conexión genuina con ellos y notó un patrón preocupante: mejoraban cuando estaban lejos de sus familias, pero al regresar a casa, volvían a recaer.
El punto de inflexión llegó cuando una joven con la que había entablado amistad, víctima de abuso de su padre, se quitó la vida después de una visita familiar marcada por el desprecio y la incomprensión. Fue entonces cuando decidió que debía haber una forma mejor de ayudar.
Se adentró en el mundo de la psicoterapia y exploró distintas corrientes, desde el psicoanálisis hasta el humanismo de Carl Rogers y la Gestalt de Fritz Perls. Aunque estas aproximaciones ofrecían ideas valiosas, ninguna parecía abordar el aspecto sistémico de las relaciones familiares. Solo años después descubrió la terapia familiar, que reconocía la influencia del entorno en el bienestar psicológico.
Tiempo después, Richard en su practica clínica con un grupo de personas con bulimia comenzó a notar que las personas hablaban de su mundo interior como si estuviera compuesto por distintas partes en conflicto, decían que un crítico interno cuando se equivocaban los atacaba sin piedad y ese ataque activaba una parte que se sentía abandonada y sola e inútil y eso sensación era tan angustiante que los atracones acudían al rascarte para sacarlos de su cuerpo, entonces el critico los volvía atacar por el atracón y volvía activar la sensación de inutilidad y se encontraban atrapados en ese ciclo por días. Esta observación lo llevó a una idea clave: la mente no es una entidad única, sino un sistema de partes interconectadas, cada una con su propio rol y motivaciones. En lugar de ver estos conflictos internos como patológicos, Richard propuso que eran intentos adaptativos de protección y supervivencia.
Así nació la Terapia de Sistemas de Familia Interna, un modelo que integra la comprensión de la mente con el pensamiento sistémico. IFS no busca "arreglar" a las personas, sino ayudarlas a reconectarse con su núcleo más auténtico el Self y liberar sus propios recursos internos.
Hoy en día, IFS está reconocido como una terapia basada en evidencia que ha demostrado ser eficaz en una variedad de problemas emocionales, desde trauma, depresión y adicciones. Más allá de su aplicación terapéutica, su filosofía invita a una nueva manera de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás: desde la compasión, la curiosidad y el respeto por la complejidad de nuestra experiencia humana.
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Visión a Futuro: Richard espera ver un cambio cultural significativo en la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás. La perspectiva de IFS, que promueve una visión más compasiva y esperanzadora de la mente humana, podría convertirse en conocimiento común. Esto cambiaría la manera en que lidiamos con nuestros conflictos internos, evitando patologizarlos y abordándolos con empatía. Aunque duda que esto se logre en los próximos años o incluso en su vida, esta visión sigue siendo su motor para continuar trabajando.
Un Nuevo Proyecto: Actualmente, Richard está trabajando en un libro que explora el lado espiritual de IFS. Un proyecto que promete seguir ampliando las fronteras de su modelo terapéutico, integrando la dimensión espiritual en la sanación emocional.
Deportista: A pesar de las molestias físicas que acompañan a la edad, Richard sigue jugando al tenis y al baloncesto regularmente.
https://ifs-institute.com/about-us/richard-c-schwartz-phd
https://ifs-institute.com/resources/research
https://www.frontiersin.org/journals/psychiatry/articles/10.3389/fpsyt.2025.1544435/full
https://www.guilford.com/featured-author/october-2019-schwartz
Título: No hay partes malas: Sanar el trauma y recobrar la plenitud con el modelo de IFS
Autor: Richard C. Schwartz
Generó: La identidad y la personalidad
Editorial: Eleftheria
Páginas: 244
¿Qué pasaría si tus críticos internos o tus miedos más profundos no fueran enemigos a vencer, sino partes de ti que claman ser escuchadas?
Richard Schwartz nos invita a mirar dentro de nosotros mismos con nuevos ojos, con la ternura de quien encuentra en cada rincón de su alma un ser valioso, incluso en aquellos fragmentos que hemos querido esconder.
Desde la mirada del Modelo de Sistemas de Familia Interna (IFS), este libro nos recuerda que nuestra mente no es un enemigo a vencer, sino un ecosistema de partes internas que buscan protegernos, aunque a veces lo hagan de formas dolorosas. Nos enseña que no hay partes malas en nosotros, solo aspectos heridos que necesitan ser vistos y escuchados con compasión.
Uno de los regalos más poderosos de este libro es el concepto del Self, ese núcleo inquebrantable de calma, curiosidad, compasión, creatividad, claridad, conexión, valentía y amor que habita en cada uno de nosotros. A través de sus páginas, Richard nos muestra que más allá de nuestras emociones intensas, nuestros miedos y nuestros patrones de protección, hay un espacio interno que es puro, sabio y resiliente. Somos buenos por naturaleza, es nuestra conexión con nuestro yo divino.
La pregunta clave que resuena a lo largo del libro es: ¿Y si, en lugar de tratar de eliminar nuestros miedos y bloqueos, nos sentamos a escucharlos con curiosidad?
Richard no nos pide que luchemos contra nuestras sombras, sino que las abracemos. Nos invita a dialogar con nuestro crítico interno, a comprender la rabia sin condenarla, a sostener con amor nuestras partes exiliadas que han cargado el peso del dolor por tanto tiempo.
A medida que avanzamos en esta lectura, nos damos cuenta de algo fundamental: no estamos rotos, nunca lo hemos estado. Lo que sentimos como caos interno no es más que el eco de historias no contadas, de partes que anhelan ser escuchadas.
Este libro es un abrazo para quienes han sentido que su lucha interna es demasiado grande. Nos muestra que no estamos solos dentro de nosotros mismos; somos un conjunto de partes que pueden aprender a confiar en el liderazgo amoroso del Self.
No hay partes malas nos deja con una verdad luminosa: no necesitamos arreglarnos, sino reconciliarnos con quienes ya somos. La luz más hermosa nace cuando nos atrevemos a mirar con amor incluso nuestras sombras.
Necesitamos un nuevo paradigma que muestre conscientemente que la humanidad es intrínsecamente buena y está interconectada... Una vez que cambiamos de paradigmas y sabemos que, en esencia, todo el mundo es decente y bueno, podemos reorganizar los sistemas económicos, las escuelas y las cárceles.
A menudo nos encontramos con que, cuanto más intentamos librarnos de emociones y pensamientos, más fuerza cobran.
En IFS, cuando las partes toman el control, no las humillamos. Lo que hacemos es sentir curiosidad y usar el impulso de la parte de punto de partida para encontrar lo que la motiva y debe sanarse.
Las partes heridas de nuestro interior, necesitan que se les reconozca lo que han vivido con amor, consuelo y aceptación.
Hasta las partes más destructivas tienen intenciones protectoras. Muchas veces, las partes están ancladas en traumas del pasado en los que se requerían sus roles extremos. Cuando confían en que abandonar sus roles no entraña riesgos, son muy valiosas para el sistema.
Cuando nos damos cuenta de que no somos las partes egoístas e inseguras con las que nos hemos identificado durante tanto tiempo, sino que somos ese Self curioso, calmado, convencido, compasivo, creativo, claro, valiente, jovial, generoso y juguetón - y que nuestra esencia está conectada a algún tipo de principio universal mayor - nos sentimos felices.
Por muy activadas y extremas que se muestren nuestras partes, si logramos que se separen lo suficiente, tendremos acceso a al menos algunas cualidades del Self, y podemos convivir con nuestro temor o ira, en vez de mezclarnos con ello.
Cuando pretendemos negar nuestra vulnerabilidad, perdemos el contacto con el corazón. Sino reconocemos nuestra divinidad, perdemos acceso a nuestra sabiduría y perspectiva.
¿Qué resonó más contigo del concepto de que “no hay partes malas”? ¿Cómo cambia tu percepción sobre ti mismo/a?
¿Recuerdas un momento en el que hayas sentido un conflicto interno entre diferentes partes de ti?
Schwartz habla de que el Self es inherentemente compasivo, curioso y sabio. ¿Has experimentado momentos en los que sentiste que actuabas desde ese lugar? ¿Cómo fue esa experiencia?
¿Qué pequeño paso podrías dar esta semana para fortalecer la conexión con tu Self?
Si pudieras escribir una carta a una parte de ti que ha sufrido, ¿Qué le dirías desde tu Self compasivo?
¿Qué prácticas del libro te parecieron más útiles?
¿Cómo podrías aplicar el enfoque de IFS en tus relaciones con los demás? ¿Cómo cambiaría tu manera de ver sus reacciones o comportamientos?
Si tuvieras que resumir en una frase lo que este libro significo para ti, ¿Cuál sería?
Si creciste en los 90 o 2000, seguro alguna vez escuchaste a Robbie Williams. Tal vez con Angels o Feel, canciones que, aunque parecían románticas, escondían una profundidad brutal. Pero Better Man no es solo una biopic musical, es una carta abierta a su caos interno, una historia de heridas de la infancia que nunca dejaron de doler.
Lo más curioso es que Robbie no se representa a sí mismo en la película, sino como un mono. Sí, un mono. Y aunque suene raro, es un golpe directo a la emoción: ver a un animal tan vulnerable atravesando la fama, la adicción y la lucha con su propio valor hace que todo se sienta aún más crudo y real.
Su herida más profunda viene de su infancia: el abandono de su padre. Esa ausencia dejó en él un vacío que con el tiempo se convirtió en autocritica, miedo al rechazo y una constante necesidad de validación. Y ese niño herido nunca dejó de estar ahí, incluso cuando Robbie se convirtió en una estrella mundial.
La película lo muestra sin filtros: En su concierto más grande, en Knebworth, Robbie está frente a más de 100,000 personas… y de repente, empieza a pelear con todas las partes de sí mismo que lo critican desde el público. Es un reflejo perfecto de lo que muchos vivimos internamente: esa batalla constante con nuestra propia voz autocrítica.
Lo llamamos "síndrome del impostor", pero en la terapia de Sistemas de Familia Interna (IFS) lo vemos de otra manera. No es una enfermedad, ni algo que tengas que "superar". Es una parte de ti que, en realidad, solo quiere protegerte. El crítico interno no es el villano de la historia. Su intención es evitar que pases por el dolor del fracaso, el rechazo o la humillación. Pero lo hace con métodos extremos: gritándote, haciéndote dudar de ti mismo, saboteando tus planes. ¿Por qué? Porque en el fondo, hay una parte más profunda y vulnerable: tu niño interior herido. Ese niño que, cuando fue rechazado o se sintió solo, aprendió que no era suficiente. Y cada vez que intentas hacer algo grande, esa herida se activa.
Y aquí viene la clave: en lugar de ver al crítico interno como un enemigo, imagínalo como un niño haciendo berrinche porque tiene miedo. No es malo, solo está asustado.
LO QUE SOLEMOS HACER CON EL CRÍTICO INTERNO Y POR QUÉ NO FUNCIONA
Cuando escuchamos esa voz crítica, solemos reaccionar de tres maneras:
Ignorarla o reprimirla: Hacemos como que no existe, pero en el fondo sigue ahí, susurrándonos dudas en el momento menos esperado.
Pelear con ella: Intentamos callarla con afirmaciones como “¡Claro que soy capaz!”, pero si no lo sentimos genuino, la lucha interna se vuelve más fuerte.
Hacerle caso y rendirnos: Terminamos evitando lo que realmente queremos hacer porque "tal vez no somos lo suficientemente buenos".
Pero ninguna de estas opciones soluciona el problema. Lo que realmente necesitamos es un cambio de enfoque.
Tomar el liderazgo interno desde el Self nuestra esencia sabia, amorosa y compasiva. Es esa voz que te calma cuando te sientes perdido, la que te recuerda que no estás solo. Imagínate como un padre madre amoroso frente a ese niño interno que está asustado. No lo regañas, no lo ignoras, tampoco le das la razón en todo. Solo lo escuchas, lo validas y le das seguridad. Puedes decirte algo así: "Entiendo que tengas miedo, te escucho y te veo. Pero ya crecimos. Ahora tenemos más herramientas y si algo sale mal, no estarás solo. Yo te sostendré y encontraremos la forma de seguir adelante."
Darnos ese apoyo y confianza interna es un acto de autocuidado profundo.
Si "No hay partes malas" nos invita a reconocer nuestras voces internas con compasión, "Better Man" lo muestra de forma visceral en la pantalla. Porque, al final, no se trata de callar nuestras partes, sino de aprender a escucharlas con amor.
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